jueves, 7 de junio de 2007
Barcelona me estresa

La estación es un puñetero caos pero, inexplicablemente, nadie vacila al decidir su dirección. Y si tú estás en ese andén en este preciso instante con un centar de personas más es gracias a las más de cincuenta indicaciones que has recibido. Un tío con mucha barba te mira y vuelves a recordar lo bien que se está en casa. Tus pies están mojados desde hace un par de horas y temes, segundo a segundo, que al quitarte los calcetines encuentres dos preciosas ancas verdes.

Un tipo con una gorra verde que ha cogido el mismo tren que yo me mira. Sé que está intrigado por saber qué escribo con tanta pasión; quizás piense que soy rara. Lleva un pendiente de madera de coco en cada una de sus orejas, y su barba, que en un primer vistazo parece descuidada, tiene un cierto orden que indica que allí se han invertido unas cuantas horas.

Sabe que estoy escribiendo sobre él porque me mira a los ojos diciendo “eh, quiero leer”, pero tendrá que soportar la situación y seguir adelante con la ignorancia que yo le impongo. Una chaqueta de lana marrón con una franja ocre, tejanos y unas botas sucias de barro. Me pregunto dónde habrá estado y de donde vienen él y su mochila, que yace, repleta de vete-tú-a-saber-qué, entre sus pies. Se rasca la nuca y su manga le juega una mala pasada dejando entrever unas extrañas líneas negras tatuadas a su muñeca. Parecen esposas o grilletes. Quizás sea lo único que le ata a esta vida. O quizás lo que le retiene, quién sabe. Me gustaría preguntarle sobre el tatuaje y las manchas en sus botas. Ha apoyado la cabeza en la pared del tren. Ha cerrado los ojos mientras yo escribía. Quizás se aburrió o quizás fueron los grilletes, que pesaban demasiado.

Ni el destino mismo sabe si, algún dia, por causas incoherente e irracionales (por ahora), leerá esto sin saber, pobre desdichado, que *ése* era él.

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posted by Enhea at 1:01 | Permalink |


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